Presentación de Inma Chacón

Ante todo, quisiera dar las gracias a Agustín Lozano de la Cruz por dos cosas. La primera debería ser su invitación a formar parte de esta mesa, pero antes de eso me gustaría expresarle mi agradecimiento y mi sorpresa por la mención que hace de mi hermana Dulce en la página 143 de “Guerra ha de haber”. Encontrarme con ella en este libro comprometido, riguroso y sincero, escrito desde un posicionamiento claro y rotundo, me conmovió tanto que necesitaba decirlo antes que ninguna otra cosa en esta presentación. Muchas gracias, Agustín, por haberme dado esa sorpresa. Ella se sentiría orgullosa de aparecer en estas páginas, y suscribiría punto por punto, cada una de las posturas que defiendes en tu novela.

Por supuesto, también tengo que agradecerte el haberme elegido para la presentación de este libro, no sólo porque siempre es un honor presentar un texto que reivindica el espíritu republicano y defiende la recuperación de la Memoria Histórica, sino porque me permite aportar mi pequeño grano de arena en esa misma reivindicación. Y en estos días, en que parece que empiezan a lavarse las manos los que realmente podrían hacer algo por los olvidados de la historia reciente, hacen falta muchos granos para llegar a construir un espacio donde no exista el olvido.

Granos como el que aporta el propio Agustín Lozano de la Cruz en la novela que estamos presentando, “Guerra ha de haber”, donde reivindica la memoria de los luchadores antifascistas, pero no sólo la de aquellos españoles que trataron de defender la legalidad que otros les arrebataron por la fuerza, sino la de los que llegaron de otros países del mundo para apoyar a la República.

La novela es una auténtica declaración de principios. Una reflexión sobre la memoria, sobre el tiempo, sobre la necesidad de actuar antes de que sea tarde, antes de que los últimos protagonistas de esta historia de traicionados y vencidos desaparezcan por completo. Un homenaje a todos aquellos que lucharon apoyándose en la fuerza de sus ideas. A los que murieron y a los que sobrevivieron. A los que desaparecieron y a los que no tuvieron otro remedio que separarse de los suyos. Un homenaje al exilio. A los que lo perdieron todo. A los que nunca volvieron, y a los que continuaron la lucha, dedicando su vida casi por completo a la defensa de la causa republicana.

Una novela en la que la realidad y la ficción se mezclan de tal forma que resulta difícil distinguir la una de la otra.

“Guerra ha de haber” nos brinda la oportunidad de entender una parte de nuestra historia reciente. Una novela con un argumento muy bien contado, en el que el lector se pregunta muchas veces dónde está la verdad y dónde la imaginación del autor. Y donde la documentación, una de las grandes protagonistas de la novela, se inserta en la narración en la justa medida, sin que pese, como debe ser, ayudando al lector a entender algunos acontecimientos históricos que resultan bastante desconocidos todavía, como el de la llamada “Operación Reconquista”, en la que se trató de coordinar la lucha antifranquista del exterior y del interior en un intento de invadir desde Francia el valle de Arán.

Una novela ágil, bien estructurada, que cuenta los avatares de una joven inquieta, que participa en movimientos de protesta que le son cercanos, desde el punto de vista del tiempo y de los temas que preocupan a los jóvenes que le rodean, como son la antiglobalización y las protestas del No a la guerra, pero que, de la misma forma, se implica también en acontecimientos del pasado que le llevan a descubrir su compromiso con la recuperación de la Memoria Histórica.

Y detrás de esta historia de compromisos, se vislumbran algunas de las pasiones del autor. Su amor por la biblioteconomía, con sus numerosas referencias a los libros y los bibliófilos, su afición por el cine, que se encuentra reflejada en los numerosos actores, actrices y directores que aparecen en la novela, su conocimiento de la historia, sus lecturas, desde Tolkien a Cernuda, pasando por Altolaguirre, Orwell, o Saramago.

En definitiva, una novela comprometida, en la que el autor se transparenta, no sé si voluntariamente o no, detrás de un narrador en primera persona que se gana la confianza del lector desde las primeras páginas.

Un narrador que dice en la página 22 de la novela: “En mi país hubo una guerra, todavía viven personas que la sufrieron y que pueden atestiguarlo. No logro recordar desde cuándo sé que esa guerra existió, para mí se trata de un conocimiento nato, recibido casi por herencia. Un conocimiento al que durante muchos años no presté excesiva atención, pero que forma parte de mi bagaje personal. Sí, recuerdo muy bien la sorpresa de constatar que vivía rodeada de gente (amigos del barrio y del colegio, vecinos) que ignoraban o aparentaban ignorar todo al respecto. Sin embargo, esa guerra y no otra, y ni mucho menos su ausencia, fue la que afectó a sus familias. La mayoría tienen una historia (a menudo varias) que han callado pero sigue ahí, dispuesta para quien quiera saber.”

Ojalá que haya muchos escritores como tú, Agustín, que se dediquen a recuperar y a contar esas historias.

Ojalá que algún día podamos dejar de hablar de Recuperación de la Memoria Histórica, y sólo tengamos que preocuparnos por “conservarla”. Conservar el ayer para que podamos afrontar el mañana. En los cementerios donde descansen por fin las víctimas de aquella locura. En las bibliotecas, en los archivos, en los Centros de Documentación, y en cualquier otro lugar orientado a la preservación de aquellos recuerdos que permitan integrar la memoria de los vencidos, en la memoria de todos.

Inma Chacón
Madrid, 20 de Febrero de 2009