Prólogo de Harry Owens


Harry Owens es hispanista, coautor de "Brigadista: an Irishman’s fight against fascism" (Currach Press, 2006), libro que recoge las memorias del último superviviente irlandés de las Brigadas Internacionales, Bob Doyle.

La versión en castellano del prólogo a la novela "Guerra ha de haber" puede encontrarse al final de esta entrada.



This writer has the effect on me, that like Goytisolo, reading him provokes my own thoughts, it leads me off into subtle considerations and ideas of my own. He describers the life of today's generation of Spanish graduates who migrate northwards, only to return later and find at home the same dead-end, minimum wage work which leads nowhere, and barely covers day to day existence.

Life in a London squat, joining the anti-globalisation struggle in Britain, and coming back to encounter the flame of a childhood fascination that links the heroine with the lives of Spain's forgotten generation, here creates a world more real than any on TV. The strange way in which the right book can find you, how contacting one of the generation of the Second Republic can develop a network of people, of experiences and events, is written in just the way that these things happen in our lives.

In my own case, the bookshop was in la calle Arenal nearly thirty years ago, and when I came home to Dublin with the book, I found one of my colleagues had been a friend of Arturo and Ilse Barea, who had written that dramatic account of life at the heart of besieged Madrid, during their postwar emigre life in London. For the special people and events in our lives, the hand of Providence can bring together men and women from across the decades, so that our friends and comrades today may be in their teens or in their nineties.

The two themes raised in this book are: firstly our need to remember and to record the past, to repeat it to ourselves if nobody else will listen, so that it doesn't simply evaporate with the disappearance of the last witnesses. Secondly, and just as urgent, what matters is that the struggle is going on, whether we take part in it or not. Some of us are the victims, the exploited, those cut off from dignity and our share in the riches of the world, while others have so much that we may dying from over-consumption, yet our governments still refuse to share power and wealth with the excluded.

I remember arriving in Madrid one night, and coming down la Castellana to see the lines of tents for the hundreds who were sleeping out to force their socialist government to honour Spain's pledge to give the 0.7% for third world development. They were not just students nor political activists, they were also the thousands of ordinary Madrilenos, who were going to work or home to cook for their families, then coming back to spend the nights in tents, a part of a national upsurge across the whole country, a campaign unique to Spain, and a marvel to us all in that year.

Bob Doyle, the last surviving Irish member of the International Brigades, writes that "Whether my comrades sacrificed their lives in vain on Spanish soil depends on the younger generations. If they continue the struggle for a better world, then our sacrifice will not have been in vain, but an inspiration." For me, the people who are able to imagine, to create and to carry out a campaign as widespread and yet peaceful as those thousands did, remain the true inheritors of the international solidarity which was called forth by an isolated republic's resistance to military oppression seventy years ago.

It is not just about winning, it is above all about trying. Ideals are not for preaching, they are for living. This is especially so in a Spain that is finally facing the question of its own troubled history, and is once again in the front lines, between Europe and Africa, between those who are rich and those who should not be poor. My trust is not in the Great Leaders but in the unknown people, like those portrayed here so effectively, in their weaknesses as well as their warmth, and in those generous souls who could inspire us, sleeping on the Castellana at night. You are our hope, the ones who have felt the spirit of the commands for action inscribed in Isaiah, chapter 58. And I remain intrigued, fascinated and moved by this book’s sensitively crafted descriptions of our frailty and hopes, of our defects, but also of life's possibilities.


Harry Owens, Dublin, March 2008.






Este escritor tiene el mismo efecto en mí que Goytisolo: leerle inspira mis propios pensamientos, me conduce por sutiles consideraciones e ideas compartidas. Describe la vida de la actual generación de universitarios españoles que van a emigrar al norte, sólo para regresar más tarde y toparse de vuelta a casa con el mismo callejón sin salida: salario mínimo que les conduce a ninguna parte y que apenas cubre sus necesidades básicas.

La vida como okupa en Londres, unida a la lucha antiglobalización en Gran Bretaña, y el regreso para encontrarse con la llama de una fascinación de la infancia que vincula a la heroína con las vidas de una olvidada generación de españoles, crean en estas páginas un mundo más auténtico que cualquiera en televisión. Extraña cualidad la que tiene el libro perfecto para hallarte, cómo contactar con alguien de la generación de la Segunda República puede engendrar una red de personas, de hechos y experiencias; en "Guerra ha de haber" todo ello está escrito justo de la manera en que tales cosas ocurren en nuestras vidas.

En mi caso, la librería estaba en la calle Arenal hace casi treinta años, y cuando volví a Dublín con el libro perfecto, "La forja de un rebelde", descubrí que uno de mis colegas era amigo de Ilse y Arturo Barea, autor de aquel dramático episodio en el corazón del Madrid asediado, escrito durante su vida como emigrante de posguerra en Londres. Para los hechos y las personas más singulares, la mano de la Providencia puede reunir a hombres y mujeres a través de las décadas, de manera que nuestros amigos y camaradas actuales pueden ser tanto adolescentes como nonagenarios.

Los dos grandes asuntos de esta obra son: en primer lugar, nuestra necesidad de recordar y salvaguardar el pasado, de rememorarlo para nosotros mismos si nadie más escucha, de forma que no se evapore simplemente con la desaparición de los últimos testigos. En segundo lugar, e igual de urgente, lo fundamental es que la lucha continúe, tanto si tomamos parte en ella como si no. Algunos de nosotros somos las víctimas, los explotados, los expulsados de la dignidad y de nuestra porción de las riquezas del mundo; mientras que otros tenemos tanto que podemos llegar a morir de exceso de consumo mientras nuestros gobiernos continúan negándose a compartir poder y riqueza con los excluidos.

Recuerdo mi llegada a Madrid una noche, y bajar por la Castellana para ver las tiendas de cientos de personas durmiendo en la calle para forzar al gobierno socialista a cumplir su promesa de destinar el 0,7% a la ayuda al desarrollo del tercer mundo. No eran sólo estudiantes o activistas políticos, también miles de madrileños corrientes que iban al trabajo o a casa para cocinar para sus familias y volver luego a pasar la noche en las tiendas; parte de un movimiento que atravesó el país, una campaña única en España, y una maravilla para todos nosotros aquel año.

Bob Doyle, el último superviviente irlandés miembro de las Brigadas Internacionales, escribe: "Que mis camaradas no sacrificaran sus vidas en vano en tierra española depende de las próximas generaciones. Si continúan la lucha por un mundo mejor, entonces nuestro sacrificio no habrá sido en vano, sino una inspiración". Para mí, las personas que son capaces de imaginar, crear y desarrollar una campaña tan amplia y aun pacífica como hicieron aquellos miles de madrileños, son los auténticos herederos de la solidaridad internacional reclamada por una república aislada ante la opresión militar hace setenta años.

No sólo es cuestión de ganar, sobre todo es cuestión de intentarlo. Los ideales no son para predicar, son para vivirlos. Esto es particularmente así en una España que por fin está encarando la cuestión de su propia y problemática historia, y que se encuentra una vez más en las líneas del frente, entre Europa y África, entre quienes son ricos y quienes no deberían ser pobres. No confío en los grandes dirigentes sino en la gente de la calle, retratados aquí de forma muy efectiva tanto en sus debilidades como en su entusiasmo, y en las almas generosas que pueden servirnos de inspiración, pasando la noche en la Castellana. Vosotros sois nuestra esperanza, quienes habéis percibido el vigor de la llamada a la acción contenida en Isaías, capítulo 58. Y continúo intrigado, fascinado y conmovido por la sensibilidad y el oficio con los que este libro describe nuestros anhelos y nuestra fragilidad, nuestros defectos, pero también nuestras opciones vitales.


Harry Owens, Dublín, marzo de 2008.